miércoles, 30 de abril de 2014

Los ojos del Duende

Cuando Jazmín despertó, una intensa luz rompía el cristal de la ventana en diminutas partículas que luego iban a parar al suelo y se evaporaban antes de tocarlo. Se irguió en la cama y un pegajoso olor a alcohol le recordó lo sucedido: el incendio que había arrasado con todo lo que tenía y la llegada del bombero que la tomó en brazos y la llevó en andas a través de las llamas. En su cabeza las imágenes se iban sucediendo con aleatoriedad, y, a medida que avanzaban, una sensación de agotamiento y desesperanza se iba apoderando más y más de ella.
Llevaba días en cama y nadie había venido a visitarla. Esa tarde entró una joven de mirada luminosa.
—Hola, me llamo Clara. ¿Cómo estás?
—No sé quién eres.
—No, disculpa. Vengo de parte de Índigo.
¿Era posible que la memoria no fuera capaz de recordar un nombre tan extravagante? Lo intentó. No había caso. Le respondió que no conocía a nadie con ese nombre. Clara le dijo.
—Sí, tienes que recordarlo. Era amigo tuyo en la infancia.
Siguió intentándolo. Nada. Le dijo que ni una sola fotografía se había salvado del accidente, por lo que tampoco podía usar las instantáneas para rememorar a ese tal Índigo. Y, después de mucho intentarlo, Clara abandonó la habitación, deseándole que se mejorase.
—Voy a morir, lo sé. Ya nadie me recuerda. Voy a morir como todos los demás.
—No, Índigo, no dejaré que eso pase.
—Ya has visitado a media ciudad, gente que en su infancia creía en mí y que ahora, ni siquiera recuerda mi nombre. ¡No sigas perdiendo el tiempo!
Clara llevaba varios meses intentando ayudarle sin resultados aparentes. Pero se había prometido que jamás bajaría los brazos. Después de 3000 años de vida, como todos los duendes, Índigo moriría si no encontraba a alguien capaz de creer en él. Todos los días de esa semana Clara fue a visitar a Jazmín y cada uno de ellos le preguntó si había recordado a Índigo. En una de esas visitas, Jazmín le preguntó.
—Pero ¿qué ocurre con ese tal Índigo? ¿qué te ha dicho de mí?
—Que eran grandes amigos.
—¡Qué raro! Los médicos me han dicho que no he sufrido lesiones ¿No te parece extraño que no lo recuerde?
—No, porque estás desesperanzada y ya no crees.
—¿Qué tiene que ver eso con los recuerdos?
Se lo contó porque, aunque le había jurado a su amigo que jamás revelaría su secreto, supo que era la última oportunidad de salvarlo. Tampoco funcionó. Jazmín comenzó a burlarse de ella y a expresar con claridad que ya no creía en la magia.
La mirada de Clara se apagó. Ella no era una niña pero sabía llorar. Había agotado todas sus esperanzas; si al revelar la existencia de Índigo, Jazmín no había sido capaz de reencontrarse con quien fuera en la infancia, entonces solo quedaba una cosa: velar junto a él hasta que se desvaneciera. Porque así mueren los duendes: se van disipando lentamente, y lo último que se apaga son sus ojos, dos llamitas coloradas que se tornan amarillentas hasta que las sepulta la oscuridad.
El dolor que Clara sintió fue tan hondo y el cariño por su amigo tan intenso que las lágrimas la incendiaron de una profunda amargura. Cuando su amigo la encontró, ella evadía su mirada. Sin embargo, una luz cegadora la obligó a mirarlo: su diminuto cuerpecito se había vuelto más nítido que nunca y una enorme sonrisa iluminaba sus ojos.


Johanna: Eres una bruja

Johanna se consideraba de las personas más aburridas de su generación, no resaltaba en ningún lugar, no encajaba ni en su colegio ni en sus clases de piano, ni en sus clases de baile, en fin, no sentía que perteneciera a ninguna de esas cosas, consideraba su vida como aburrida y tediosa, siempre lo mismo a la misma hora, siempre las mismas preguntas y siempre las mismas respuestas.
Un día, como muchos, caminaba de regreso a su casa cuando su pie choco contra una rama de algún viejo árbol, la rama la distrajo por un momento y decidió tomarla con sus manos para divertirse un poco mientras caminaba. Cuando cogió la rama entre sus dedos algo increíble pasó, una descarga de energía la invadió por completo y de la rama salió una luz muy brillante. Su reacción inmediata fue soltar el pedazo de madera y echarse a correr lo más rápido posible, sin embargo algo le decía que su vida estaba a punto de cambiar por completo por lo que se regresó al lugar en donde había soltado la rama.
Sin atreverse a tomarla de nuevo la observó, era una rama muy bien formada, no tenia picos en el cuerpo ni puntas fuera de lugar, era como si la naturaleza la hubiera formado para parecer una varita mágica, Johanna comenzó a reír por su pensamiento sin sentido: La madre naturaleza haciendo varitas mágicas, ¡vaya pasada!  Tras tranquilizarse un poco se armó de valor y cogió de nuevo la rama, esta vez no ocurrió nada, o al menos eso fue lo que pensó. A lo lejos escuchó unos pasos pacíficos que se dirigían hacia ella: Un hombre de gran barba blanca y túnica se acercaba cada vez más a ella.
Cuando tenia al señor en frente de ella se quedó sin palabras, tenía un gran parecido a Merlín, el legendario mago. No podía ser, más su atuendo sugería que si: Su larga túnica color azul con estrellas amarillas y su sombrero de punta alta la dejaron sin argumentos mentales, el hombre sonrió, la miro a los ojos y le dijo: Johanna, eres una bruja. Bienvenida a mi escuela de agia y hechicería…

 

Hadas y Duendes 3D



























































lunes, 28 de abril de 2014

El viaje más bello.


Quiero hacer un viaje a un país lejano,
uno que parezca un reino encantando.
Debo decir cómo he de viajar.
Tengo varias formas, sólo debo optar.
Me cansaré mucho si uso bicicleta,
Tal vez sea mejor ir en camioneta.
Quiero que mi viaje sea divertido.
No tomaré subte, menos colectivo.
Y si voy por mar ¿cuál será mejor?
¿Un pequeño barco o lancha a motor?
¿Y si vuelo alto viajando en avión?
Sin dudas sería una gran emoción.
Hasta en helicóptero podría volar,
sería la forma más original.
Podría ir en tren, los hay a montones,
y conocer gente en las estaciones.
Si subo a una moto, casco me pondré.
Pero soy pequeño, no sé si lo haré.
Pensándolo bien, puedo yo viajar,
de un modo distinto, espectacular.
Sé que llegaré al país deseado,
ese que parezca el reino encantado.
¿Cuál será mi medio de locomoción?
El medio más bello: mi imaginación.

Fin



Autora : Liana Castello, escritora argentina.

Una aventura fuera del bosque

Florcita Silvestre es un hada a quien le encantan las flores. Ella mide no más de un centímetro y medio y tiene unas hermosas alas. Junto a todas sus amigas vive en un bosque no muy grande.
Cada árbol es un lugar, por ejemplo, el gran Roble es el salón principal en donde todas las hadas se reúnen para comer y charlar. El pequeño arbusto de al lado es la cocina, donde las hadas a las que les gusta cocinar hacen su trabajo y cada árbol más en el bosque es el hogar de ellas.
Al ser tan pequeñas corren el riesgo de ser pisadas o comidas por los animales, por eso las hadas a las que les gustan los animales se aseguran de que eso no pase.
Una mañana Florcita Silvestre o, como todos le dicen, Flor, se levantó muy temprano y se puso a pensar en que ella nunca había salido del bosque, entonces se le ocurrió una idea: ¡Iba a recorrer el mundo en una gran aventura! ¡Desayunó tanto como para estar un año sin comer!
Más tarde cambió su hermoso y delicado vestido hecho a mano con pétalos de rosas, por una remera de dientes de león y un pantalón hecho con piedritas molidas. Llenó su mochila con alimento, abrigo y algunas herramientas útiles que podría necesitar, como hojas, lápices, una soga y un cepillo (ella es muy coqueta).
Como todavía era muy temprano, nadie se había despertado, así que salió volando hacia la entrada secreta entre los árboles tratando de hacer el menor ruido posible.
Cuando salió del bosque vio un mundo maravilloso que ella no conocía. Había un hermoso río que parecía de diamantes, el inmenso cielo celeste con sus nubes de algodón (que en el bosque no podía ver gracias a los árboles) y millones de cosas más que le parecieron mágicas. Bastante lejos, pero lo suficientemente cerca como para que Flor lo viera, había un hermoso arroyo. Como hipnotizada camino hacia éste.
Se arrodilló a la orilla y notó que estaba habitado por miles de peces de todos colores. Había peces rosas, rojos, azules, amarillos, dorados, plateados, verdes y multicolores. Justamente estaba anotando los colores en una hoja cuando escuchó un sutil ruido. Miró el arroyo y vio unas suaves ondas en el agua.
Observó el cielo y notó que ya no estaba celeste, estaba gris, y unas nubes espesas lo cubrían. Pequeñas gotas caían por todas partes. Tranquila fue caminando hacia un bosque enorme con árboles altísimos. Le faltaban varios metros para llegar cuando la lluviecita se convirtió en tormenta.
Un fuerte viento se la llevó volando bosque adentro. Flor casi se golpea contra más de un árbol. El viento era tan fuerte que no podía mover sus alas. Cuando logró darse vuelta vio que estaba entrando en una profunda oscuridad… De repente se acordó de la soga.
Contorsionándose mientras el viento la arrastraba cada vez más alto, logró sacarla de su mochila. El viento la empujó cerca de un árbol. Flor logró atar la cuerda a una de sus ramas y se quedó aferrada a la soga hasta que el viento cesó. Tenía algunas lastimaduras pero estaba viva.
Cuando miró a su alrededor, todo estaba oscuro. El rumor de las hojas la asustó. Temblando se acercó a un árbol, se acurrucó en sus raíces y sin saber cuándo, se quedó dormida. Cuando despertó el sol brillaba. Su panza hacía un fuerte ruido. Abrió su mochila en busca de la comida, pero ésta estaba empapada. Se miró en el reflejo de un charco y vio que estaba despeinada. Entonces agarró su cepillo de la mochila y se peinó.
Tomó sus cosas y emprendió el viaje de regreso a casa. Cuando entró al bosque, SU bosque, estaba lastimada, con sueño, hambre y embarrada, pero peinada.
Todas las hadas empezaron a hacerle preguntas acerca de dónde había estado y qué le había pasado. Una de ellas, propuso que esa noche se quedaran despiertas hasta tarde y que Flor les contara su aventura.
Ella les dijo que al día siguiente les contaría todo, pero que en ese momento necesitaba dormir. Al otro día les contó su historia a todas las hadas y ellas quedaron sorprendidas por la valentía que tuvo Flor.




Fin




Decoracion Oro












Decoracion Verde