viernes, 14 de marzo de 2014

La sirena que quiso volar






En el canto mítico de los mares se dejaba ver entre sus olas danzantes, parecía una invitación a la pasión de quien le miraba, se sucedía de repente su emerger de entre el azul del agua, cual si fuera una extensión de esta hecha elipsoide.


¡Yo nunca le vi! Me lo contó un señor en mi infancia, solía decir:
¡Mira siempre que una ola levantaba mas de seis metros era porque seguramente saldría!

Su cola era como de cuatro metros, de un azul oscuro pero con destellos dorados que empañaban y que se podían ver reflejados en el horizonte como un beso del sol al mar.

Recuerdo que solía preguntarle, ¿salía de noche?
Y él movía su cabeza en desapruebo. Luego decía; ¡en los largos días de verano salía hasta tres veces! La acompañaban muchos delfines en una orden perfecta de movimientos sincronizados, con sus cantos alternados.



¿Pero y que paso, murió?

¡No, no murió solo se fue una noche con miles de estrellas!
¡Cuentan los que ven mas allá de la oscuridad que se acerco demasiado a la orilla y que quedo varada entre arena y marea!

¿Pero que paso?

Nada un ángel vino y le llevo con él a los cielos, la cargaba de estrella a estrella y le hacia el amor cada noche, hasta que nació una sirena que si podía volar y fue el reflejo de su madre en un sueño de tener alas.

   

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